Hola gent,
pues...
...pues vamos a continuar con los shuares (jíbaros), el siguiente texto es una joyita que encontré en la biblioteca para ratas, que es toda mía, no he visto ni una sola persona entrar a buscar un libro.
Pues allá va:
“El jíbaro es el verdadero señor de las montañas. No se ha doblegado ante ninguna coyunda. De los dones que le han ofrecido los civilizados, solo sigue aceptando lo que le sirve prácticamente, esto es, las armas de fuego, el puñal y algunas telas burdas, pero de otras sugestiones de la cultura, se ríe en carcajadas ingénua y sonora…
El jíbaro tiene variedad de dialectos, realiza alianza con las tribus de sus simpatías y vive en perpetua guerra con los que reputa sus enemigos…
El jíbaro acepta la amistad del blanco, pero sin considerarse inferior por ningún concepto y en ocasiones se burla sangrientamente cuando puede comprobar que es más hombre, más atleta. Cuando el jíbaro se presenta como emisario, cuando ofrece su mano de amigo, cuando alguna pasión le agita, se muestra erguido, hercúleo, orgulloso.
Habla fuerte, tiene fuego en los ojos, siempre alumbrados por el talento, y su estatua de bronce desnuda, salvaje, demuestra que el jíbaro es el rey de la montaña. No es mal amigo, pero cuando odia, mata.
…El jíbaro rara vez permanece en un sitio por un tiempo largo. Cambia de residencia con facilidad y con cualquier pretexto. Sin necesidades, la montaña tiene de suyo suficientes recursos en la caza, la pesca y la vegetación, para temer a la pobreza…
La mujer jíbara resulta una maravilla: siembra, cosecha, pesca, prepara la chicha, resiste largas jornadas transportando los mayores pesos con una varonilidad que espanta. Esa vida de fatiga le ha quitado la belleza, pero no escasea el tipo de la Venus jíbara.
Los jíbaros se han mantenido indomables o se han defendido a balazos de los blancos”
Tomado de un artículo de Pío Jaramillo Alvarado titulado: “El indio ecuatoriano” (1983), Extraído de un manual titulado “Pensamiento Indigenista del Ecuador” (1988).
Y bien que hicieron de mantenerse indomables, pues verdaderas calamidades que sufrieron otras tribus de indios, sucumbiendo a atrocidades sangrientas y despóticas, de verdad que es de purito terror, que ponen el reducir las cabezas, como algo de santos, como un mero acto simbólico y espiritual, pues lo hacían para que el espíritu de la víctima no se le pudiera volver.
Los shuares ya no se dejaron conquistar por los incas y luego tampoco por los españoles, y buena suerte tuvieron.
Se me hacía muy romántica esta historia, me recordaba a los irreductibles galos, del Astérix y Obélix, y también un poquito, porque no, a los catalanes, intentando preservar a toda costa una identidad.
“El jíbaro es el verdadero señor de las montañas. No se ha doblegado ante ninguna coyunda. De los dones que le han ofrecido los civilizados, solo sigue aceptando lo que le sirve prácticamente, esto es, las armas de fuego, el puñal y algunas telas burdas, pero de otras sugestiones de la cultura, se ríe en carcajadas ingénua y sonora…
El jíbaro tiene variedad de dialectos, realiza alianza con las tribus de sus simpatías y vive en perpetua guerra con los que reputa sus enemigos…
El jíbaro acepta la amistad del blanco, pero sin considerarse inferior por ningún concepto y en ocasiones se burla sangrientamente cuando puede comprobar que es más hombre, más atleta. Cuando el jíbaro se presenta como emisario, cuando ofrece su mano de amigo, cuando alguna pasión le agita, se muestra erguido, hercúleo, orgulloso.
Habla fuerte, tiene fuego en los ojos, siempre alumbrados por el talento, y su estatua de bronce desnuda, salvaje, demuestra que el jíbaro es el rey de la montaña. No es mal amigo, pero cuando odia, mata.
…El jíbaro rara vez permanece en un sitio por un tiempo largo. Cambia de residencia con facilidad y con cualquier pretexto. Sin necesidades, la montaña tiene de suyo suficientes recursos en la caza, la pesca y la vegetación, para temer a la pobreza…
La mujer jíbara resulta una maravilla: siembra, cosecha, pesca, prepara la chicha, resiste largas jornadas transportando los mayores pesos con una varonilidad que espanta. Esa vida de fatiga le ha quitado la belleza, pero no escasea el tipo de la Venus jíbara.
Los jíbaros se han mantenido indomables o se han defendido a balazos de los blancos”
Tomado de un artículo de Pío Jaramillo Alvarado titulado: “El indio ecuatoriano” (1983), Extraído de un manual titulado “Pensamiento Indigenista del Ecuador” (1988).
Y bien que hicieron de mantenerse indomables, pues verdaderas calamidades que sufrieron otras tribus de indios, sucumbiendo a atrocidades sangrientas y despóticas, de verdad que es de purito terror, que ponen el reducir las cabezas, como algo de santos, como un mero acto simbólico y espiritual, pues lo hacían para que el espíritu de la víctima no se le pudiera volver.
Los shuares ya no se dejaron conquistar por los incas y luego tampoco por los españoles, y buena suerte tuvieron.
Se me hacía muy romántica esta historia, me recordaba a los irreductibles galos, del Astérix y Obélix, y también un poquito, porque no, a los catalanes, intentando preservar a toda costa una identidad.
Como me dijo un joven shuar: si no preservamos nuestra lengua y costumbres, ¿Quiénes somos?.
También tenía una amplia necesidad de encontrar alguien en Ecuador, de la época precolombina, que no hubiera pasado por el la subyugación y el terror de la conquista española, y que tuviera ese enganche puro con la naturaleza, y vaya si lo encontré.
También tenía una amplia necesidad de encontrar alguien en Ecuador, de la época precolombina, que no hubiera pasado por el la subyugación y el terror de la conquista española, y que tuviera ese enganche puro con la naturaleza, y vaya si lo encontré.
Y me llené de energía y buen rollo.
También tenía muchas ganas de caminar, por verde, por la selva. Aquí me muevo más bien poco, y al estar a 2800 metros de altura y con éste frío, y el horario, me limita bastante, aquí a las 18:30 ya es fría noche. Así que el bajar a 1400 metros, me sentía como un toro. Me explicó el montañero, que el hecho de estar a una altura considerable, hace que tu cuerpo cree hematocritos (era así como se llamaba?) y que luego al descender, estás como con mucha fuerza. Yo me sentía con mucha fuerza.
Llegué el sábado bien pronto a la reserva Etza (quiere decir sol) estaba al lado de la comunidad shuar “Buena esperanza”, mi guía era un shuar absolutamente sabio. Yo alucinaba. Me explicaba todo con un amor hacia su selva, sus costumbres, sus leyendas. Era como un cuenta cuentos. Me explicó que hacía relativamente poco, muchos shuares ya se habían montado al mundo “de fuera”. Que el hecho de descubrir ese mundo, también les había hecho crear necesidades. Me explicó que hacía no mucho, los shuares eran nómadas, que se quedaban unos 8 meses en algún sitio, el tiempo que llevaba la recolección de yuca, que entonces explotaban la caza, la pesca y las plantas, y luego se iban a otra zona para que todo eso regenerara. Me explicó para que utilizaban infinidad de plantas medicinales, para confeccionar cuerdas, ropas, veneno para cazar, como detectaban a los animales para darles caza, como atrapaban a las hormigas para comérselas, leyendas de sus dioses, creencias. Fue un regalazo.
Pero lo más fuerte me esperaba más tarde, pues en la reserva dónde estábamos, éramos nosotros y 30 shuares jovencitos que estaban realizando un curso de una semana. Había la representación de 3 shuares por cantón y eso si que fue una pasada. Además los profesores eran 4, todos shuares, y estaban allá para enseñarles toda la cultura de sus ancestros y que no se perdiera. Así conocí a todos estos jóvenes, que querían con locura y orgullo a su población y que de alguna forma se habían adaptado al mundo, y lo habían sabido integrar. Todos querían estudiar en la universidad, para proteger a su pueblo. Lo más fuerte, es que tenían colegios shuares en sus comunidades, dónde aprendían la gramática shuar, además de la española. Sus abuelos no sabían castellano.
La entrada para mi fue fantástica: “Venga señorita, que vamos a cantar unas canciones shuares”.
Me hice muy amiga de uno de los profesores, un wisli (no sé si se escribe así) un saneador espiritual, que iba a iniciar a sus discípulos en el natem, la medicina, el ayahuasca, aparte de enseñarles todas las propiedades de sus plantas medicinales, con ellas curan desde la diabetes (eso me cuesta creerlo) hasta la impotencia, pasando por un montón de enfermedades. Él muy orgulloso me decía: los shuares no tienen cáncer. Pero lo que le daban más importancia era a sus dioses poderosos, a la naturaleza. Él hasta los 8 años no tuvo nombre, tan sólo sobrenombre, y con otros niños de su tribu de su edad, fue llevado por su abuelo (el wisli) a una cascada, dónde permanecieron durante 3 días tomando natem, luego tenían que decir todas las visiones que habían tenido al wisli, y él les daba nombre. A él le pusieron el nombre de Churrumbia, por un pájaro que se le posó en la espalda, fruto de las visiones. La medicina, es muy poderosa, presidida por todos sus dioses, les habla del presente y del futuro, del camino del bien que tienen que llevar. Me dijo Daniel, jefe de la reserva: “El poder del gran espíritu es decirte el camino, el presente y el futuro y siempre te dice el buen camino”.
Cuando Churrumbia tenía 10 años, llegó una misión salesiana a su comunidad, él era huérfano y su abuelo acababa de morir (hablo de los años 80). Su abuelo le pasó su fuerza y su poder, 6 meses antes de morir. ÉL me dijo, que era la reencarnación, pero en vida. La persona decide a quien le pasa su fuerza, y además siempre saben cuando van a morir. Se quedó en la misión 6 años, aprendiendo a la perfección todo lo que le enseñaban los misioneros, pero sabiendo que sus dioses, su cultura eran otros, y que los ancestros le protegían a cada momento. Así que cuando consideró se fue. Él ahora aparte de un wisli, es palentólogo y trabaja para el ministerio de medioambiente de Ecuador, y su vida, es que no se pierda su cultura y sus tradiciones.
Que gente tan encantadora y auténtica, de verdad. Querían que les comprendiera, y vaya, que no me costó mucho. Hablaban muy lentamente, con mucho respeto y amor hacia lo suyo.
Uno de ellos, me pidió por favor si podía ayudar a su comunidad, si podía ir unos días, pero le dije que me había comprometido con Chunchi hasta el día 26, me pidió para el año que viene, que hablaría con su municipio para pagarme alojamiento y alimentación, le dije que igual si, quien sabe, y que si no, a ver si encontrábamos a alguien; pero no lo descarto, la verdad, pues esta civilización me apasiona, aunque soy consciente que no conozco, y que me puedo encontrar muchas sorpresas.
Y no sólo es la civilización, el Amazonas, como impone, con sus claros de repente, con su frondosidad, sus árboles eternos, sus ríos, el agua por todas partes, su generosidad al abastecer de tanto... de todo.
Nunca hay silencio en la selva, pero es una sonoridad impactante, hipnótica. Hay como una base del agua del río, los grillos y quien sabe más, pero de repente gritos de mil aves, monos, y no sé. Es alucinante.
También tenía muchas ganas de caminar, por verde, por la selva. Aquí me muevo más bien poco, y al estar a 2800 metros de altura y con éste frío, y el horario, me limita bastante, aquí a las 18:30 ya es fría noche. Así que el bajar a 1400 metros, me sentía como un toro. Me explicó el montañero, que el hecho de estar a una altura considerable, hace que tu cuerpo cree hematocritos (era así como se llamaba?) y que luego al descender, estás como con mucha fuerza. Yo me sentía con mucha fuerza.
Llegué el sábado bien pronto a la reserva Etza (quiere decir sol) estaba al lado de la comunidad shuar “Buena esperanza”, mi guía era un shuar absolutamente sabio. Yo alucinaba. Me explicaba todo con un amor hacia su selva, sus costumbres, sus leyendas. Era como un cuenta cuentos. Me explicó que hacía relativamente poco, muchos shuares ya se habían montado al mundo “de fuera”. Que el hecho de descubrir ese mundo, también les había hecho crear necesidades. Me explicó que hacía no mucho, los shuares eran nómadas, que se quedaban unos 8 meses en algún sitio, el tiempo que llevaba la recolección de yuca, que entonces explotaban la caza, la pesca y las plantas, y luego se iban a otra zona para que todo eso regenerara. Me explicó para que utilizaban infinidad de plantas medicinales, para confeccionar cuerdas, ropas, veneno para cazar, como detectaban a los animales para darles caza, como atrapaban a las hormigas para comérselas, leyendas de sus dioses, creencias. Fue un regalazo.
Pero lo más fuerte me esperaba más tarde, pues en la reserva dónde estábamos, éramos nosotros y 30 shuares jovencitos que estaban realizando un curso de una semana. Había la representación de 3 shuares por cantón y eso si que fue una pasada. Además los profesores eran 4, todos shuares, y estaban allá para enseñarles toda la cultura de sus ancestros y que no se perdiera. Así conocí a todos estos jóvenes, que querían con locura y orgullo a su población y que de alguna forma se habían adaptado al mundo, y lo habían sabido integrar. Todos querían estudiar en la universidad, para proteger a su pueblo. Lo más fuerte, es que tenían colegios shuares en sus comunidades, dónde aprendían la gramática shuar, además de la española. Sus abuelos no sabían castellano.
La entrada para mi fue fantástica: “Venga señorita, que vamos a cantar unas canciones shuares”.
Me hice muy amiga de uno de los profesores, un wisli (no sé si se escribe así) un saneador espiritual, que iba a iniciar a sus discípulos en el natem, la medicina, el ayahuasca, aparte de enseñarles todas las propiedades de sus plantas medicinales, con ellas curan desde la diabetes (eso me cuesta creerlo) hasta la impotencia, pasando por un montón de enfermedades. Él muy orgulloso me decía: los shuares no tienen cáncer. Pero lo que le daban más importancia era a sus dioses poderosos, a la naturaleza. Él hasta los 8 años no tuvo nombre, tan sólo sobrenombre, y con otros niños de su tribu de su edad, fue llevado por su abuelo (el wisli) a una cascada, dónde permanecieron durante 3 días tomando natem, luego tenían que decir todas las visiones que habían tenido al wisli, y él les daba nombre. A él le pusieron el nombre de Churrumbia, por un pájaro que se le posó en la espalda, fruto de las visiones. La medicina, es muy poderosa, presidida por todos sus dioses, les habla del presente y del futuro, del camino del bien que tienen que llevar. Me dijo Daniel, jefe de la reserva: “El poder del gran espíritu es decirte el camino, el presente y el futuro y siempre te dice el buen camino”.
Cuando Churrumbia tenía 10 años, llegó una misión salesiana a su comunidad, él era huérfano y su abuelo acababa de morir (hablo de los años 80). Su abuelo le pasó su fuerza y su poder, 6 meses antes de morir. ÉL me dijo, que era la reencarnación, pero en vida. La persona decide a quien le pasa su fuerza, y además siempre saben cuando van a morir. Se quedó en la misión 6 años, aprendiendo a la perfección todo lo que le enseñaban los misioneros, pero sabiendo que sus dioses, su cultura eran otros, y que los ancestros le protegían a cada momento. Así que cuando consideró se fue. Él ahora aparte de un wisli, es palentólogo y trabaja para el ministerio de medioambiente de Ecuador, y su vida, es que no se pierda su cultura y sus tradiciones.
Que gente tan encantadora y auténtica, de verdad. Querían que les comprendiera, y vaya, que no me costó mucho. Hablaban muy lentamente, con mucho respeto y amor hacia lo suyo.
Uno de ellos, me pidió por favor si podía ayudar a su comunidad, si podía ir unos días, pero le dije que me había comprometido con Chunchi hasta el día 26, me pidió para el año que viene, que hablaría con su municipio para pagarme alojamiento y alimentación, le dije que igual si, quien sabe, y que si no, a ver si encontrábamos a alguien; pero no lo descarto, la verdad, pues esta civilización me apasiona, aunque soy consciente que no conozco, y que me puedo encontrar muchas sorpresas.
Y no sólo es la civilización, el Amazonas, como impone, con sus claros de repente, con su frondosidad, sus árboles eternos, sus ríos, el agua por todas partes, su generosidad al abastecer de tanto... de todo.
Nunca hay silencio en la selva, pero es una sonoridad impactante, hipnótica. Hay como una base del agua del río, los grillos y quien sabe más, pero de repente gritos de mil aves, monos, y no sé. Es alucinante.
Y todo se mueve, todo está vivo.
Por la noche, es un juego de sombras y luces.
Guau, es que no tengo más palabras.
Guau, es que no tengo más palabras.
La primera foto, es el ayampaco, su comida, cocinada con hojas. Está de muerte.
Abrazotes.
1 comentario:
Muy bonito... bueno no es wisli es uwishin el nombre del chamán
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